martes, 5 de junio de 2012

Recuerdos nadando en mi café


Salí de la librería con tres volúmenes en la mano; creo que cuando compro libros es de las pocas ocasiones en las que no me duele el codo sacar los billetes de mi cartera jeje. El cielo estaba oscuro a pesar de ser las cinco de la tarde y el viento que soplaba era fresco. Me puse en camino hacía la parada del camión pero a mitad del trayecto paré. Y pensé. E hice cálculos... y me di cuenta de que tenía suficiente dinero para darme un gustito más. Así que di media vuelta y caminé calle arriba.

Llegué al lugar en el que por primera vez probé un café con sabor a amistad. De inmediato el olor dulce pero fuerte me embriagó. Aspiré fuerte y profundo, cerré los ojos y tragué, saboreándo el olorcillo. Me senté en la misma mesa de aquella primera vez y pedí la misma bebida que Priscila me recomendó ese día.

De pronto, el sonido de las gotitas estrellándose en el cristal de la ventana me hizo girar la cabeza. En cuestión de minutos... no, de segundos, la lluvia arreció empapando toda la calle y a quienes caminaban a paso veloz para refugiarse de ella. Me encantó la transformación del paisaje, porque a mis ojos de pronto se volvió cálido (sí sí, pareciera contradicción, o tal vez era que dentro del lugar tenían puesta la calefacción) y a pesar de que las nubes oscurecían la ciudad, a mi me parecieron más brillantes los colores, como con más vida, más nítidos.

Pero el olor de la taza humeante captó mi atención y el exquisito pastelito que lo acompañaba me abrió el apetito. 

Saboreé ese momento muy lentamente, con mucho cuidado y gusto. Y con cada sorbo que daba al café una memoria se desprendía del recóndito escondite en el que se ocultan esos recuerdos que... de pronto recuerdas.

La noche de invierno que reímos a carcajadas Mara, Priscila y yo en un café para después, en medio de un chipi chipi correr al teatro de los héroes para terminar de deleitarnos con un concierto de la filarmónica; las pláticas que le siguen a esos conciertos en las que pareciera que nunca nos quedamos sin tema de conversación Mara y yo mientras esperamos a que lleguen por nosotras; el concierto que tuve con la orquesta solo unas calles más lejos de aquel plácido lugar y lo que esa tarde significó para mi, y entonces a mi mente vino la imagen de Tania, mi primer maestra de violín, y su bonita sonrisa y sus regaños. Y luego el resto de mis maestros de música: el de la carcajada que tanto me encantaba, el que tenía un niño precioso y encantador, el que siempre tenía palabras de aliento y una mano para ponernos en el hombro y darnos ánimos, al que mi papá le quería pegar...  recordé el concierto al que fue toda mi familia a verme y lo orgullosos que estaban y como me preguntaban emocionados "¿por qué el director hace eso? ¿quien es el que va a mero enfrente? ¿por qué a ti no te dio la mano, quieres que vaya a hablar con ese señor?". 

Recordé la vez que jugamos a la botella en la cafe Tania, Lali, Mel, Ilse y yo, y la pregunta "X" de Tania que casi hace que me muera no sé si de la vergüenza o porque el panini se me atoró en la garganta. El viaje en mi infancia a Boston y Nueva York, cuando no alcanzamos el vuelo de Houston a Chihuahua y yo lloraba como enloquecida y la señora de la limpieza amablemente intentó calmarme diciendo "no llore mija, ahorita vuelve el avión", como si yo no estuviera conciente de que el trinche avión no iba a regresar por nosotras. De cuando fui a patinar en hielo con mis primos y mi hermana, el pastel que había partido con mi familia días antes por mi cumpleaños y la caja de rompecabezas que me regaló el novio de mi hermana un año antes.

Repasé mis tristezas, mis penas sentimientales, los momentos en los que sonreía tanto que me dolían los chachetes y me la pasaba cantando, inconscientemente, todo el día. Al muchacho de la secundaria que bien mariconamente me tenía miedo, el que me gustaba en primer semestre del bachi y que cuando vi su foto actual me sentí horriblemente avergonzada (y hasta pedí perdón porque alguna vez me gustó eso), el chico que me enamoró el último año de bachilleres y que la vez que acompañé a Alberto a tocar a escondidas el piano que hay en el teatro de los héroes, desee que fuera él quien sacaba aquella hermosa canción y hasta me lo imaginé dedicándomela. 

Y lo recordé a Él. El dueño de mis penas actuales, por quien a veces tengo ganas de llorar pero otras me place darle una patada en la entrepierna tan fuerte, que a los hijos de sus hijos que no han nacido les dolería por el resto de sus vidas. Miré la lluvia caer fuertemente afuera, miré mi taza humeante de café, miré el asiento de enfrente vació. Y deseé con todas mis ganas que estuviera ahí. Al menos para aclarar las cosas, para decirle todo lo que siento aún a pesar de que su respuesta seguramente sería "perdón pero yo no siento lo mismo". Quería decirle lo imbécil que era por seguir sonriendo y cortejando muchachas y pasando sus días sin recordar siquiera las cosas que me dijo en el pasado mientras yo lo pensaba cada mañana al despertar y pedía a Dios todas las noches por él... y por quien fuera la dueña de su corazón, para que la felicidad jamás lo abandonara.

Me di cuenta de que los ojos se me humedecían, y la verdad mi belleza se reduce un poco cuando se me enrojecen los ojos por el llanto. Sequé la lagrimilla malcriada que amenazaba con salir corriendo por mi mejilla, hundí la nariz en la tasa y respiré el olor del último trago de café que me quedaba. Lo bebí muuuy lentamente sintiéndolo pasar por mi garganta, me sequé los labios con una servilleta y caminé hasta la pequeña registradora del lugar.

El café comenzaba a llenarse, eran casi pasadas las siete pero en mi cabeza ya no había espacio para el posible regaño de mis papás. Pensaba en alguien más.

Cerré mi cartera y la estaba metiendo en mi bolsa cuando, al levantar la vista, mi corazón se detuvo; el último "pum" que dio fue fuerte, lo sentí. Era él, el hombre que tanto deseaba me hubiera acompañado al otro lado de la mesita. Iba solo, tan pulcra y elegantemente arreglado como siempre, su cabello bien peinado (aunque se peina como Peña Nieto jaja XD pero él sí se ve muy guapo) y su sonrisa tan sexy. Caminó hacia el fondo del lugar y yo casi corrí para no toparme con él. Le saqué la vuelta, esquivé mesas, personas, manchas pegajosas de una tasa que recién había caido desde la mesa, todo para no tener que cruzar palabras con él. 

Estaba a solo unos cuantos pasos de la puerta, ¡ya me sentía libre! cuando una señora se levantó de su mesa, desviando al sujeto un poco de su camino; fue una mesa nada más la que tuvo que rodear. Pero me vio. Yo no lo vi a él, ni siquiera giré la cabeza, tenía la vista bien fija en mi meta: la puerta.
¿Cómo me di cuenta entonces de que me vio? Porque bien claramente escuché, aunque un poco perdida entre las voces y las tazas golpeando las mesas, su potente voz pronunciando mi nombre. Que digo pronunciando, gritandolo.

-¿Andrea? ¡Andrea!

Yo hice como si la virgen me hablara, ni siquiera disminuí la velocidad. Es más, hasta me di el lujo de mover un poco la cabeza hacia mi derecha, como si otra cosa hubiera llamado mi atención. Eso sí, el corazón estaba que se me salía, latía tan rápido que hasta me dolía el pecho, y cuando estiré el brazo para empujar la puerta noté lo mucho que estaba temblando. Salí del lugar y escuché una última vez mi nombre. La lluvia volvía a caer fuertemente, así que corrí un poco, solo lo suficiente para alejarme del café. Crucé unas cuantas calles con naturalidad y corría de vez en vez, como apurada por no mojarme (pero ya comenté lo mucho que amo la lluvia, así que en realidad eso me encantaba y lo hubiera disfrutado más si no fuera por la presión del momento). Cuando estuve a una distancia prudente volteé para asegurarme de que estaba fuera de peligro.

Todavía cuando llegué a mi casa el corazón, aunque un poco más tranquilo, seguía medio alborotado. Y no me regañaron, de hecho mi papá se alegró de que me diera un ratito para mi.


Hay que tener cuidado con lo que se desea. Y a partir de ahora tendré cuidado al momento de elegir en cual café me refugiaré un rato, aunque creo que en esta ciudad no estaré muy a salvo la verdad. Que bueno ;)

2 comentarios:

  1. Pero que bonita historia (suspiro)... Provocaste que se me antojara un café, lastima que con este calor infernal el antojo desaparece al instante :(

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  2. Muchas gracias por leer, comentar y me da gusto que te haya gustado :D Y sí, ¡me estoy derritiendo con este calor! >.<
    Gracias por tu visita ;)

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