lunes, 4 de junio de 2012

Sueño de una revolución (o algo así)


¿Les ha pasado que al despertar apenas si recuerdan, así bien remotamente, sobre qué soñaron, pero pasan los días y de pronto se les va revelando poco a poco lo que vieron tiempo antes mientras dormían? Pues a mi suele sucederme muy seguido. Y hoy fue uno de esos días en los que, de cachito en cachito, recuerdo lo que soñé.

Recuerdo que veía, a lo lejos por la calle, venir un montón de autos con banderas; yo estaba recargada en la baranda de una casa algo viejita, pero muy amplia. Entonces entraba corriendo y avisaba a las mujeres que había dentro que la marcha se acercaba. Todas dejaban sus tareas (picando o pelando verduras, cosiendo ropa, regando macetas...) y corrían hacia el barandal conmigo. Íbamos vestidas como... de antaño, no sabría ubicar exactamente de que tiempo, pero eran años pasados. Cuando la multitud de autos y personas pasaba justo frente a nosotras, sacábamos pancartas y mantas y carteles exigiendo algo que tampoco recuerdo, pero que seguro se debía a la represión de la que éramos víctima las mujeres. Todos los que iban en la marcha nos dedicaban miradas de reproche, pero nosotras, solemnes, no nos dejábamos amilanar.

Un enorme árbol con hojas muy verdes y florecitas lilas y blancas nos daba sombra, y el olor que despedía era realmente embriagador. Y miren que no hay muchos sueños de los que recuerde el olor.

Después volvíamos al interior de la casa y a nuestras labores; yo tomaba hilo y aguja y continuaba con un bonito bordado de un pájaro azul.

Pero pasados unos momentos escuchaba los cascos de los caballos azotando contra el suelo, cada vez más cerca. Corría a asomarme y eran sujetos con uniformes militares que se avecinaban a la casa. De inmediato avisaba a mis compañeras y me dirigía a la puerta de la cocina, por dónde salíamos todas. Al otro lado de la pequeña cerca todo era... llano, y luego unas montañitas medio piratas que saltábamos y por un momento quedábamos fuera de la vista de nuestros enemigos. Corríamos, corríamos mucho. Algunas se quedaban atrás, pero las demás seguíamos. 

Llegábamos a un pueblito en el que preparaban una feria o algo así. Había mucha gente trabajando en carpintería, herrería, colocando la fruta en puestecitos. Nos dispersábamos en busca de refugio y yo me escondía debajo de las tarimas de un escenario; el jefe de la caballería se acercaba, sabía que yo estaba cerca. Las patas del caballo casi me pisaban la nariz pero al poco tiempo se alejaban. De inmediato corría y me escondía en una especie de chocita. Estaba muy cansada y varias de mis compañeras ya habían sido atrapadas o muertas. Mi respiración era muy agitada y sentía que el corazón se me salía, entonces me decía:

-Ya no puedo, me voy a entregar. Me canso de correr y tengo miedo, ya no sé como escapar. Me voy a entregar.

Entonces escuchaba la voz de un viejecito. Asustada daba la media vuelta y un anciano sonriente que boleaba zapatos, sin dejar su tarea de lado me decía:

-¿Tan pronto te das por vencida? Pero si aún te falta mucho por hacer; eres muy inteligente, eres astuta... eres mujer. Así que ¿qué esperas? Despierta ya, levántate ¡y actúa!

Y justo entonces desperté.

Aún no estoy muy segura del porque de ese mensaje de mi subconsciente pero fue bastante interesante. Y es en serio, sí soñé esto eh, aunque cueste creerlo.

Y de paso quiero que conste en esta entrada que dejé el escrito a medias por un momento porque tuve que luchar contra una astillita que se me enterró en la mano. Dolió mucho y nada más salió la mitad de la muy maldita. Pero ajá, quería que se enteraran de eso.

¡Besos! ;)

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