lunes, 25 de junio de 2012

Silencio cómodo


La lluvia caía con fuerza sobre la ciudad y ahí estaba ella, parada bajo el umbral del edificio que albergaba su lugar de trabajo, esperando a que parara de llover.

De pronto las gotitas que mojaban la punta de sus zapatos dejaron de caer; miró hacia arriba y un enorme paraguas negro la protegía, miró hacia atrás y el hombre de sus sueños le sonreía.

-¿Me permite acompañarla hasta su casa señorita?

Y emprendió la marcha, cobijada más que nada por la imagen de ese adonis, con su pulcro traje negro, sus años de más y sus gafas tan intelectuales.

-Cae fuerte ¿no? Me recuerda aquellos días que pasé en Londres, tan gris y fría esa ciudad. ¿Has estado ahí?
-No-repondió timidamente.
-Yo sí, tres veces. Aunque París me pareció más bonita: en primavera el cielo es bien azul y hay un montón de enamorados. Sólo por eso prefiero ir a Viena. ¿Sabes dónde queda Viena?
-Sí, en Aus...
-Está en Austria. Me gusta esa ciudad.
-Ha de ser realmente hermosa.
-El primer lugar que visité de Europa fue España, y de América Latina fue Argentina. ¿Tu viajas mucho bonita?
-No en realidad.
-Yo sí.
-Ya lo había notado.
-A las muchachas de contabilidad les gusta mucho que les cuente de mis viajes; se juntan a mi alrededor como pajaritos para escuchar. ¿Tu eres del área de contabilidad?
-Sí-sonrió ella medio cohibida.
-Tengo una buena-dijo y soltó una carcajada-de aquella vez que fui a Berlín y...
-¡Hey! ¿Qué es eso?-lo interrumpió.

Con un sobresalto la miró. Calló y escuchó.

-¿Qué, la lluvia?
-No, eso otro.
-¿Los coches, el ruido de la ciudad?
-Espera, escucha.

Esperó. Menos de cinco minutos.

-No entiendo, ¿qué es lo que debo de escuchar?
-El silencio.
-¿El sil....
-¡Ssshhh! ¡Que no me dejas oirlo! Es bonito, me gusta más así-y lo miró sonriendo.

Él entendió la indirecta. Sonrió.

Siguieron caminando en silencio; ella complacida, él desconcertado, pero aún así le ofreció su brazo y ella con enorme gusto lo tomó y caminó cogida de él. Unos pasos más adelante le preguntó.

-Bonita, ¿quieres que te abrace?

-No-respondió enérgica-sólo cállate.

-Sí, claro.

Y siguieron caminando.



"Ya no le temo a la oscuridad, ya no le temo a la fuerza del indomable mar,


ahora temo cerrar los ojos y entre sueños volverte a encontrar..."

martes, 12 de junio de 2012

Recuerdos desde París


Siemrpe fue uno de mis sueños viajar a París. Mi familia lo sabía y por eso el día de mi cumpleaños número veintiuno me encontré con una maleta nueva abierta sobre mi cama.

-Es para que vayas alistando tus cosas... porque nos vamos todos juntos a disfrutrar de tu regalo de cumpleaños-dijo mi papá mostrándome cuatro boletos de avión.

Brinqué, grité, salté sobre mi hermana y la asfixié con mis brazos, y llorando di las gracias una y otra y otra... y otras cuatrocientas veces más a mis papás.


La ciudad era realmente hermosa: me enamoré de toda ella, de sus calles y preciosos edificios; de sus museos llenos de historia, arte y gente bulliciosa curioseando; de su idioma, porque a pesar de que no entendía nada de lo que decían no me cansaba de escucharlo; y su aroma, el aire que la envolvía era tan... romántico, me recordaba todas esas historias de amor que vemos en las películas o leemos en los libros y de las que una desearía ser protagonista. Fue cuando sentí el pellizquito de la melancolía.

Pasamos las vacaciones de arriba para abajo, riendo a carcajadas, admirándolo todo, preguntando el cómo y el por qué de lo que nos encontrábamos y tratando de descifrar los menús de los pequeños pero encantadores restaurantes en los que entrábamos. Versalles, Rue de Rivoli, el Arco del Triunfo, Louvre, Montmartre... todo era tan mágico y especial, en esos instantes no había cabida en mi vida más que para la hermosísima familia con la que Dios me había bendecido y de pronto me quemaba el deseo de pasar el resto de mi vida así, viajando y conociéndolo todo tomada de sus manos; porque de pronto ya no había nada más, las penas que antes me aquejaran habían desaparecido y pareciera que no volverían jamás.

La última noche que pasamos en París y mientras caminábamos de regreso al hotel, papá tomó la decisión de que no se marcharía de ahí hasta haber subido a la Torre Eiffel. Habíamos pasado infinidad de veces frente a ella, tanto de día como de noche, pero ni siqueira se nos había ocurrido subir (considerábamos que había muchos lugares por conocer y tan poco tiempo para hacerlo).

Llegamos hasta el segundo piso. En cuanto salí del elevador la brisa me despeinó. De hecho nos despeinó a todos, incluso alborotó los pocos cabellos que le quedaban a mi padre y los cuatro nos reímos con muchas ganas debido a eso. Nos acercamos a la baranda y observamos el maravilloso paisaje nocturno que se nos ofrecía. Era realmente hermoso, una experiencia increíble, tan irreal que en ocasiones todo parecía dar vueltas (o quizá era el vértigo, pero sigo sin estar muy segura). De pronto la emoción me embargó, no me la creía, ¡de verdad estaba en París y con mis seres amados!... o casi todos. Miré a mi izquierda en dónde estaban mis padres abrazados y besándose y mi hermana a su lado tomando fotos a todo y todos quienes se le pusieran frente a la cámara. Su lente apuntó hacia mí pero de pronto bajó la cámara. Noté que sus sonrisas habían desaparecido y los tres me miraban con sorpresa. También me percaté de que los veía medio borrosos.

-Corazón, ¿qué pasa?-preguntó mamá.

Los sollozos salían como con voluntad propia, no podía reprimirlos. Y la verdad  es que tampoco quería.

-Los amo mucho, gracias por este maravilloso regalo-mascullé y los abracé.

Nos abrazamos. Cuando nos separamos reímos y me sequé las lágrimas y cada uno volvió a lo suyo: mis padres a fundirse en un abrazo lleno de recuerdos de amor, mi hermana se dedicó a capturar todo lo que sus ojos alcanzaban a ver (y berreaba de vez en cuando porque a pesar de lo poderoso de su cámara sus amigos no verían las imágenes con la misma calidad con que ella las guardaría en su memoria) y yo... me alejé un poco y volví a dejar correr las lágrimas.

No había mentido, de verdad los amaba y me sentía tremendamente afortunada por esa oportunidad. Pero había algo más.

Pensé en él, el hombre al que tanto quería y no tenía. Recordé las interminables charlas a altas horas de la noche, y una confesión "mi sueño siempre ha sido ir a París" y entonces una invitación "¡Vámonos! Yo te llevo a conocer el París de tu corazón" y una enorme felicidad que pintaba mis mejillas de rojo. Lloré amargamente porque lo quería ahí conmigo, compartir aquella impresionante vista, resguardarnos de la fresca brisa en los brazos del otro, besarnos bajo las luces de París.

Cerré los ojos y sonreí (era una sonrisa llena de dolor, pero a fin de cuentas sonrisa ¿no?), sentí el viento en mi cara y me estremecí levemente. Saqué mi celular y escribí un mensaje de texto: "Hola ¿cómo estás? Espero que muy bien. Sólo quería saludarte, recuerdos desde París". Pero no lo envié; miré la pantalla durante un momento, luego cerré el móvil.

Porque hay recuerdos que uno debe atesorar por siempre, y hay recuerdos que es mejor dejarlos volar y cerrar la ventana para que no vuelvan a entrar. 

lunes, 11 de junio de 2012

Silencio incómodo



Cada uno iba sumergido en sus pensamientos cuando los caminos deambos se encontraron.
-Hola, ¿cómo estás?-saluda ella.
-Bien bien, ¿y tú?
-Bien también.
-¿Rumbo a la escuela?
-Sí, a recibir la tortura del día.
-Ni hablar, ¿qué le podemos hacer? Y lo peor es que pagamos por eso.
Ambos rien y comienzan a caminar uno junto al otro.
Silencio.
Nadie ha dicho nada aún para cuando van ya a la mitad del camino. Tal vez vuelven a nadar cada quien en sus ideas. Tal vez piensen el uno en el otro. Tal vez simplemente no piensen en nada.
-Que incómodo ¿no?-dice él.
-¿Qué?
-Este silencio.
-¿Silencio?-pregunta consternada-¿cuál silencio?
Se detienen y se miran con sorpresa.
-Este que hay entre nosotros.
-¿Es que no lo escuchas?
Entonces la cara de él refleja miedo.
-¿Escuchar qué?
-Como late mi corazón desbocado... por ti.

viernes, 8 de junio de 2012

Los libros en mi vida


La neta no se me ocurre nada interesante que postear así que he recurrido a este video de mi amiga Monika. Ella es una amante de los libros y admiro su labor para difundir la lectura, desde recomendando libros hasta haciendo sorteos y concursos (en los que por supuesto, los premios son libros); tiene un metroflog, pueden encontrarla en youtube, facebook y también en su blog (más abajito les dejo la información).

Pero bueno, este video en particular me hizo... pensar, y recordar mi recorrido por el mundo de la literatura. Siguiendo su ejemplo, les cuento:

Mi gusto por la lectura comenzó desde muy chiquita: tendría yo unos siete años cuando mis papás me regalaron mi primer libro, "Cuentos de unicornios para niños" de Astrid Romero Gutiérrez (acabo de googlear el nombre porque nunca le puse atención a ese dato jojo x___x) y a ese le siguieron otros libritos para niños, todos conformados por cuentitos que pues me entretenían. Más o menos a esa misma edad mis papás compraron la primera enciclopedia con el fin de tener una fuente más de investigación para hacer tareas (podría decirse que ni las computadoras ni el internet formaban parte siquiera de mi mundo. Es más, en la dirección de la escuela ni había computadoras y ahora pienso "¿entonces que rayos había sobre el escritorio O.o? pero bueno). Sin embargo cuando salió la primera película de Harry Potter y que mi papá casi casi estaba dispuesto a obligarnos para que lo acompañáramos al cine a verla quedé tan encantada con la película que tres días después cuando fuimos a una librería pedí que me compraran el libro de "Harry Potter y la cámara de los secretos". Y prácticamente en ese momento, a los 10 años, fue que descubrí el mundo de la lectura.

Comencé a tomarle gusto a pasar horas y horas en las librerías y cuando iba al mandado con mi mamá en lugar de pedir permiso para ir a ver los juguetes jeje pedía chanza para ir a la sección de libros y revistas... y a la de música, porque tengo que decir que esa fue mi primera pasión, la música. Pero esa es otra historia. 
Mi primera experiencia con los reportes de lectura fue en quinto año de primaria cuando la maestra Miriam nos pidió a cada alumno llevar un libro con el fin de hacer una especie de biblioteca, nombró a dos bibliotecarios (que si mal no recuerdo eran Karla y José Fernando, creo) y cada dos semanas, o cada semana, no estoy segura, leíamos un libro y la maestra al azar pedía nuestra opinión y una breve reseña sobre lo que habíamos leído. El libro más pedido era el de "Mujercitas", porque era la versión como que resumida y tenía una letra enorme, así que lo terminabas luego luego; nunca pude leerlo, era el primero en ser elegido.
Pero fue en el bachilleres cuando me di cuenta de que realmente me encantaba leer.
Ahora procuro ponerme una meta de libros a leer cada año; todavía son poquitos, pero pues ahí la llevo. No puedo estar sin leer y aunque tampoco puedo estar mucho tiempo haciendo una misma cosa, en este caso, leer, sí procuro aprovechar cada tiempo libre que tengo para avanzarle al libro en turno.

Y bueno, respecto a las preguntas que le plantearon a ella, quiero dar yo mis respuestas (que la verdad, me llevó un rato, tuve que pensar y meditar mucho. Y recordar lo que he leído):

Mi primer libro: Como ya lo mencioné, fue "Cuentos de unicornios para niños" de Astrid Romero Gutiérrez.
El libro con el que más he llorado: Pues tengo que admitir que fue con el de "Caldo de pollo para el alma de la mujer" jaja XD No me pregunten por qué, pero la segunda vez que lo leí ya completo y a conciencia de pronto tenía una chilladera... Particularmente la historia de "un beso de buenas noches" me conmovió mucho, y pues como ya andaba encaminada, la de "obsequios" también me puso a derramar lágrimas, ahí me tienen como Magdalena llorando por el perro Hondo (es que me acordaba de mi Miky, que entonces ya estaba viejito u.u).
Mi libro favorito: Esta está buena, porque ¡he batallado horrores para decidir! Pero al final creo que me quedo con... "La tregua" de Mario Benedetti; por cuestiones personales el libro tuvo un cierto impacto en mi pero fue una frase la que terminó enamorándome de ese libro. Y a pesar de que me enteré del final antes de leerlo (resulta que lo que estaba leyendo no era la sinópsis ¡sino el resumen!), aún así me atrapó.
El libro más dificil de leer: Como lo dice la opinión general, cuando comencé a leer "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez esperaba luchar con el tremendo árbol genealógico que nos presenta y todo el rollo de la historia, pero en realidad ni sufrí y terminó encantándome. Años después me compré "La divina comedia" de Dante, un libro no muy grueso, la letra de un buen tamaño, ¡y sin embargo tarde muuuuuucho en leerlo al muy maldito! No terminaba de atraparme, me desconcentraban los pies de página y las referencias que venían abajo en las hojas y... puaj, definitivamente es el libro que más me costó leer.
El libro más dificil de encontrar: Mmm, sería "La princesa que creía en los cuentos de hadas" de Marcia Grad. Sí sí, hoy van a cualquier librería y lo encuentran, pero yo pasé muuuucho años buscándolo; comencé a leerlo en Soriana porque no tenía dinero para comprarlo y pues cada que acompañaba a mi mamá al mandado leía un poquito, hasta que un día ya no lo encontré y entré en pánico y luego... me resigné. Estuve unos siete años buscándolo (bueno tal vez no fueron muuuuchos años) y no lo volví a ver. Tuve que pedírselo precisamente a Monika como parte de un premio que me gané en uno de sus concursos para poder terminarlo. Eso sí, a las dos semanas de que leí la última página fui a la librería la prensa y tenían como diez malditos ejemplares tan solo en la repisa, y en la parada del camión vi a tres señoras con ese libro ¬ ¬ 
Por otro lado, un libro que nunca encontré en librería y terminé descargándolo de internet: "El enigma de Ana" de María Teresa Alvarez.
El libro más corto: Creo que ha sido el de Ágatha Christie, "El caso de los anónimos". Cortito, ligerito pero entretenido, tiene nada más 150 páginas la versión que yo conseguí.
El libro más caro: "La caída de los gigantes" de Ken Follett (libro que por cierto me encantó y fue finalista en la contienda de "el libro favorito"), que me costó más o menos unos $450; ni siquiera el maldito libro de e-commerce que utilicé en la escuela me costó tanto. Pero bueno, valió la pena.
El libro con mayor valor sentimental: Mmm, tal vez sería el de "La ladrona de libros" de Markus Zusak y que me lo regalaron la navidad del 2010 que pasamos en Costa Rica: dice mi mamá que en cuanto leyó el título se le antojó para mi y que mi papá andaba en la librería como loco de un lado para otro porque todos le parecían adecuados para regalarme, pero que en cuanto le enseñó ese libro opinó exactamente lo mismo que ella. Y no sé, por lo especial que fue esa navidad, lo especial que fue el momento en que lo desenvolví y lo especial que fue... que mis papás lo eligieran para mi. Aunque si a esas vamos, por exactamente la misma razón tendría que mencionar oooooootra vez la caída de los gigantes, pero pss... ¿se vale repetir? XP
El libro con el que tengo una relación de amor-odio: Rayos, sin duda alguna es "El psicoanalista" de John Katzenbach. Salvo una persona, todas las demás que conozco y que lo han leído han amado este libro. Yo no. Admito que está bueno y probablemente lo recomiende porque la historia de pronto te sorprende, pero no sé, será porque convivo a diario con un psicoanalista que mientras leía el libro pensaba "debería tener cuidado con ese personaje", "eso es sospechoso, ¿no lo cree usted señor protagonista?", "con un carajo, ¡le dije que tuviera cuidado pero no me hizo caso!". No sé, creo que si mi papá hubiera sido el protagonista el libro hubiera tenido la mitad de las páginas. O menos. 
El libro más viejito que tengo: Uno que me prestó/regaló (porque al final no me quedó muy claro) mi abuelita de "Narraciones extraordinarias" de Edgar Allan Poe, que tenía hasta sellitos de la biblioteca de una primaria y la edición era del año 1953 más o menos. No recuerdo con exactitud, pero era entre el cincuenta y tres y el cincuenta y siete. O casi del sesenta.

Y bueno, eso es todo. Sería interesante que compartieran ustedes su experiencia con los libros. Es una entrada larga creo, pero quería compartir como llegaron los libros a mí.

Y como dije, las dejo algunos enlaces para que conozcan un poquito más de la labor de Monika con los libros:
En Metroflog:
http://www.metroflog.com/Hexe_Mon (del lado derecho abajito, en links, pueden ver más medios para ponerse en contacto con ella).
En Youtube:
Su blog:
En facebook:

¡Besos! ;)

jueves, 7 de junio de 2012

"Baby I'm a fool" de Melody Gardot (dale play al clip que está hasta abajo)

Ayer por la noche, cuando estaba a punto de irme porque moría de sueño se me ocurrió abrir Youtube y buscar esta canción que tanto me gusta para mostrársela a Ilse. Me la compartió mi amiga Axel en facebook el día de mi cumpleaños, dijo que era "una rola para viejas cursis y lectoras", osea, perfecta para mi :)

Me gusta porque la siento como que susurrada, y el susurro llega más profundo en el alma; como para ir caminando debajo de la lluvia, con paraguas o sin él y a paso lento, tranquilo, por las calles del centro de la ciudad, tal vez allá por toda la Independencia, saboreando el momento.

La estaba escuchando a mitad de la noche (bueno, de hecho era la 1:30am) y no pude evitar recrear toda una historia en mi mente, y como no soy buena para eso...

Primero me veo bailando con un hermoso vestido largo color turquesa y los zapatitos esos que usan las muchachas de los videos de baile de salón. Estoy acompañada por un apuesto caballero enfundado en su elegantísimo frack (¡con lo que me encantan los hombres con frack!) y que me guía por toda la pista con pasos tan ligeros que parecemos volar. De pronto mi compañero tiene un rostro muuuy familiar... mi corazón se acelera y doy por terminada esa fantasía.

Pero la canción sigue y cuando menos pienso me siento transportada a una ciudad lejana, como la hermosa París. Y estoy sentada en un escritorio frente a la computadora en el salón de un enorme y elegante piso que se siente medio vacío porque lo ocupo yo sola. Miro constantemente hacia afuera por la enorme ventana que tengo a mi izquierda y desde la que veo las preciosas luces de la ciudad en la noche. Y lamento el tener que estar contestando correos de negocios y revisando documentos pudiendo estar junto a la chimenea (porque al parecer es invierno y yo llevo un bonito suéter, rompiendo con la idea de que aborrezco la ropa invernal), bebiendo la copa de vino que en esos momentos es ignorada detrás de la computadora. Meto los dedos entre mi cabello y obedezco a mis pensamientos, pero no me dirijo a la chimenea, sino a la ventana. Y las luces de París me llenan los ojos y el alma, trayendo a flote más de un recuerdo y pareciera que puedo tocar con mis dedos las cicatrices que han quedado en mi corazón. Pensamientos para un amor perdido que ha quedado allá bien lejos en otro país... pero que sigue pegado a mi corazón. En mis labios que jamás probaron sus besos se dibuja una sonrisa melancólica, esas que aparecen cuando te rehúsas a dejar escapar una lágrima más por ese hombre que no vale la pena ya. Miro el cielo de mi patria anfitriona, doy un largo trago a la copa y levemente recuerdo lo poco que me gustaba antes el vino y lo mucho que me gusta su compañía a altas horas de la noche cuando tengo que trabajar. Camino de regreso al escritorio, suspiro y releo el correo que me ha llegado desde Moscú y al que tengo que dar respuesta inmediata. Entonces olvido esos recuerdos del pasado.

Amo esta canción, la escucho y siento el corazón tan lleno de... no sé, pero me provoca llorar mientras la canto y sonrío. O como dijo Ilse, bailarla frente a la chimenea la noche de la primera navidad que paso con mi marido, perdidamente enamorada.

Definitivamente, tienen que escucharla. Y si empezaron a leer la entrada sin darle play a la música pues háganlo otra vez y ahora traten de combinar ambas, para que vean lo que yo vi. O cuéntenme que ven ustedes cuando la escuchan, cuando la sienten en el corazón. 




miércoles, 6 de junio de 2012

"A mi, las cosas claras"


Así como lo leyeron en el título, prácticamente así me lo dije ayer un amigo después de darle vueltas y vueltas (o eso asumió él que hacía) para formularle un par de preguntas. 

Esa noche ya cuando estaba en la cama, de pronto sentí algo húmedo en el pecho, me toqué y me dolió y fue cuando me di cuenta... de que mi orgullo había sido herido ¡¡ D: !!

Pero ya en serio, lo admito, sí tiendo a hacer eso. Pero es que de pronto se me va la onda y olvido que en el mundo real no me puedo comunicar de la misma manera que lo hago con mis lectores; en mis escritos tiendo a darle vueltas y vueltas, a dar rodeos, a esquivar la verdad para intentar sorprender a la audiencia cuando llegue al final. Pero pues con las personas no debo hacer eso. Porque no lo entienden y muchos se desesperan. Porque hasta ahora la verdad nunca había recibido queja alguna (y como es alguien a quien aprecio en serio, creo que fue eso lo que hizo que me lo tomara tan apecho).

No sé si él guste de leer, pero de ser así seguramente no le recomendaría (dentro de algunos años claro) comprar mis libros, puesto que terminaría botándolos porque nomás no voy al punto del maldito asunto (o nada más leería las partes en las que aparece él). 

Pero su insistencia en ir directo al grano me hizo analizar varias cosas, como el hecho de que en realidad no es que sea cortante al dar respuesta a mis preguntas o saludos, es que es breve y conciso. Realmente no es que fuera un "atrevido" al decir lo que pensaba es que... ¡pues eso, iba al grano! Además, hay que recordar que las mujeres hablamos tres veces más que los hombres (nosotras usamos en promedio unas 20 mil palabras al día mientras que los caballeros solamente usa 7 mil); seguro eso también significa algo... o que le irrita mi blabla o se cansa de mis palabras, o quien sabe, tendré que preguntarse en algún momento (y prometo que será así, directo al punto).

Ya ahorita no estoy enojada (pues en realidad nunca lo estuve) y de hecho agradezco muchísimo el "consejo" y sobre todo lo que sus palabras liberaron de mi (que fue muuuucho más de lo que él podría imaginar).

Es una lástima, porque cuando me dijo "pues dime, le piensas mucho, anda... tiras mucho rollo y no dices nada", cuando dijo eso estuve a punto de agarrar el teléfono, marcarle y decirle "¿sabes qué? tengo algo muy importante que decirte..."

martes, 5 de junio de 2012

Recuerdos nadando en mi café


Salí de la librería con tres volúmenes en la mano; creo que cuando compro libros es de las pocas ocasiones en las que no me duele el codo sacar los billetes de mi cartera jeje. El cielo estaba oscuro a pesar de ser las cinco de la tarde y el viento que soplaba era fresco. Me puse en camino hacía la parada del camión pero a mitad del trayecto paré. Y pensé. E hice cálculos... y me di cuenta de que tenía suficiente dinero para darme un gustito más. Así que di media vuelta y caminé calle arriba.

Llegué al lugar en el que por primera vez probé un café con sabor a amistad. De inmediato el olor dulce pero fuerte me embriagó. Aspiré fuerte y profundo, cerré los ojos y tragué, saboreándo el olorcillo. Me senté en la misma mesa de aquella primera vez y pedí la misma bebida que Priscila me recomendó ese día.

De pronto, el sonido de las gotitas estrellándose en el cristal de la ventana me hizo girar la cabeza. En cuestión de minutos... no, de segundos, la lluvia arreció empapando toda la calle y a quienes caminaban a paso veloz para refugiarse de ella. Me encantó la transformación del paisaje, porque a mis ojos de pronto se volvió cálido (sí sí, pareciera contradicción, o tal vez era que dentro del lugar tenían puesta la calefacción) y a pesar de que las nubes oscurecían la ciudad, a mi me parecieron más brillantes los colores, como con más vida, más nítidos.

Pero el olor de la taza humeante captó mi atención y el exquisito pastelito que lo acompañaba me abrió el apetito. 

Saboreé ese momento muy lentamente, con mucho cuidado y gusto. Y con cada sorbo que daba al café una memoria se desprendía del recóndito escondite en el que se ocultan esos recuerdos que... de pronto recuerdas.

La noche de invierno que reímos a carcajadas Mara, Priscila y yo en un café para después, en medio de un chipi chipi correr al teatro de los héroes para terminar de deleitarnos con un concierto de la filarmónica; las pláticas que le siguen a esos conciertos en las que pareciera que nunca nos quedamos sin tema de conversación Mara y yo mientras esperamos a que lleguen por nosotras; el concierto que tuve con la orquesta solo unas calles más lejos de aquel plácido lugar y lo que esa tarde significó para mi, y entonces a mi mente vino la imagen de Tania, mi primer maestra de violín, y su bonita sonrisa y sus regaños. Y luego el resto de mis maestros de música: el de la carcajada que tanto me encantaba, el que tenía un niño precioso y encantador, el que siempre tenía palabras de aliento y una mano para ponernos en el hombro y darnos ánimos, al que mi papá le quería pegar...  recordé el concierto al que fue toda mi familia a verme y lo orgullosos que estaban y como me preguntaban emocionados "¿por qué el director hace eso? ¿quien es el que va a mero enfrente? ¿por qué a ti no te dio la mano, quieres que vaya a hablar con ese señor?". 

Recordé la vez que jugamos a la botella en la cafe Tania, Lali, Mel, Ilse y yo, y la pregunta "X" de Tania que casi hace que me muera no sé si de la vergüenza o porque el panini se me atoró en la garganta. El viaje en mi infancia a Boston y Nueva York, cuando no alcanzamos el vuelo de Houston a Chihuahua y yo lloraba como enloquecida y la señora de la limpieza amablemente intentó calmarme diciendo "no llore mija, ahorita vuelve el avión", como si yo no estuviera conciente de que el trinche avión no iba a regresar por nosotras. De cuando fui a patinar en hielo con mis primos y mi hermana, el pastel que había partido con mi familia días antes por mi cumpleaños y la caja de rompecabezas que me regaló el novio de mi hermana un año antes.

Repasé mis tristezas, mis penas sentimientales, los momentos en los que sonreía tanto que me dolían los chachetes y me la pasaba cantando, inconscientemente, todo el día. Al muchacho de la secundaria que bien mariconamente me tenía miedo, el que me gustaba en primer semestre del bachi y que cuando vi su foto actual me sentí horriblemente avergonzada (y hasta pedí perdón porque alguna vez me gustó eso), el chico que me enamoró el último año de bachilleres y que la vez que acompañé a Alberto a tocar a escondidas el piano que hay en el teatro de los héroes, desee que fuera él quien sacaba aquella hermosa canción y hasta me lo imaginé dedicándomela. 

Y lo recordé a Él. El dueño de mis penas actuales, por quien a veces tengo ganas de llorar pero otras me place darle una patada en la entrepierna tan fuerte, que a los hijos de sus hijos que no han nacido les dolería por el resto de sus vidas. Miré la lluvia caer fuertemente afuera, miré mi taza humeante de café, miré el asiento de enfrente vació. Y deseé con todas mis ganas que estuviera ahí. Al menos para aclarar las cosas, para decirle todo lo que siento aún a pesar de que su respuesta seguramente sería "perdón pero yo no siento lo mismo". Quería decirle lo imbécil que era por seguir sonriendo y cortejando muchachas y pasando sus días sin recordar siquiera las cosas que me dijo en el pasado mientras yo lo pensaba cada mañana al despertar y pedía a Dios todas las noches por él... y por quien fuera la dueña de su corazón, para que la felicidad jamás lo abandonara.

Me di cuenta de que los ojos se me humedecían, y la verdad mi belleza se reduce un poco cuando se me enrojecen los ojos por el llanto. Sequé la lagrimilla malcriada que amenazaba con salir corriendo por mi mejilla, hundí la nariz en la tasa y respiré el olor del último trago de café que me quedaba. Lo bebí muuuy lentamente sintiéndolo pasar por mi garganta, me sequé los labios con una servilleta y caminé hasta la pequeña registradora del lugar.

El café comenzaba a llenarse, eran casi pasadas las siete pero en mi cabeza ya no había espacio para el posible regaño de mis papás. Pensaba en alguien más.

Cerré mi cartera y la estaba metiendo en mi bolsa cuando, al levantar la vista, mi corazón se detuvo; el último "pum" que dio fue fuerte, lo sentí. Era él, el hombre que tanto deseaba me hubiera acompañado al otro lado de la mesita. Iba solo, tan pulcra y elegantemente arreglado como siempre, su cabello bien peinado (aunque se peina como Peña Nieto jaja XD pero él sí se ve muy guapo) y su sonrisa tan sexy. Caminó hacia el fondo del lugar y yo casi corrí para no toparme con él. Le saqué la vuelta, esquivé mesas, personas, manchas pegajosas de una tasa que recién había caido desde la mesa, todo para no tener que cruzar palabras con él. 

Estaba a solo unos cuantos pasos de la puerta, ¡ya me sentía libre! cuando una señora se levantó de su mesa, desviando al sujeto un poco de su camino; fue una mesa nada más la que tuvo que rodear. Pero me vio. Yo no lo vi a él, ni siquiera giré la cabeza, tenía la vista bien fija en mi meta: la puerta.
¿Cómo me di cuenta entonces de que me vio? Porque bien claramente escuché, aunque un poco perdida entre las voces y las tazas golpeando las mesas, su potente voz pronunciando mi nombre. Que digo pronunciando, gritandolo.

-¿Andrea? ¡Andrea!

Yo hice como si la virgen me hablara, ni siquiera disminuí la velocidad. Es más, hasta me di el lujo de mover un poco la cabeza hacia mi derecha, como si otra cosa hubiera llamado mi atención. Eso sí, el corazón estaba que se me salía, latía tan rápido que hasta me dolía el pecho, y cuando estiré el brazo para empujar la puerta noté lo mucho que estaba temblando. Salí del lugar y escuché una última vez mi nombre. La lluvia volvía a caer fuertemente, así que corrí un poco, solo lo suficiente para alejarme del café. Crucé unas cuantas calles con naturalidad y corría de vez en vez, como apurada por no mojarme (pero ya comenté lo mucho que amo la lluvia, así que en realidad eso me encantaba y lo hubiera disfrutado más si no fuera por la presión del momento). Cuando estuve a una distancia prudente volteé para asegurarme de que estaba fuera de peligro.

Todavía cuando llegué a mi casa el corazón, aunque un poco más tranquilo, seguía medio alborotado. Y no me regañaron, de hecho mi papá se alegró de que me diera un ratito para mi.


Hay que tener cuidado con lo que se desea. Y a partir de ahora tendré cuidado al momento de elegir en cual café me refugiaré un rato, aunque creo que en esta ciudad no estaré muy a salvo la verdad. Que bueno ;)

lunes, 4 de junio de 2012

Sueño de una revolución (o algo así)


¿Les ha pasado que al despertar apenas si recuerdan, así bien remotamente, sobre qué soñaron, pero pasan los días y de pronto se les va revelando poco a poco lo que vieron tiempo antes mientras dormían? Pues a mi suele sucederme muy seguido. Y hoy fue uno de esos días en los que, de cachito en cachito, recuerdo lo que soñé.

Recuerdo que veía, a lo lejos por la calle, venir un montón de autos con banderas; yo estaba recargada en la baranda de una casa algo viejita, pero muy amplia. Entonces entraba corriendo y avisaba a las mujeres que había dentro que la marcha se acercaba. Todas dejaban sus tareas (picando o pelando verduras, cosiendo ropa, regando macetas...) y corrían hacia el barandal conmigo. Íbamos vestidas como... de antaño, no sabría ubicar exactamente de que tiempo, pero eran años pasados. Cuando la multitud de autos y personas pasaba justo frente a nosotras, sacábamos pancartas y mantas y carteles exigiendo algo que tampoco recuerdo, pero que seguro se debía a la represión de la que éramos víctima las mujeres. Todos los que iban en la marcha nos dedicaban miradas de reproche, pero nosotras, solemnes, no nos dejábamos amilanar.

Un enorme árbol con hojas muy verdes y florecitas lilas y blancas nos daba sombra, y el olor que despedía era realmente embriagador. Y miren que no hay muchos sueños de los que recuerde el olor.

Después volvíamos al interior de la casa y a nuestras labores; yo tomaba hilo y aguja y continuaba con un bonito bordado de un pájaro azul.

Pero pasados unos momentos escuchaba los cascos de los caballos azotando contra el suelo, cada vez más cerca. Corría a asomarme y eran sujetos con uniformes militares que se avecinaban a la casa. De inmediato avisaba a mis compañeras y me dirigía a la puerta de la cocina, por dónde salíamos todas. Al otro lado de la pequeña cerca todo era... llano, y luego unas montañitas medio piratas que saltábamos y por un momento quedábamos fuera de la vista de nuestros enemigos. Corríamos, corríamos mucho. Algunas se quedaban atrás, pero las demás seguíamos. 

Llegábamos a un pueblito en el que preparaban una feria o algo así. Había mucha gente trabajando en carpintería, herrería, colocando la fruta en puestecitos. Nos dispersábamos en busca de refugio y yo me escondía debajo de las tarimas de un escenario; el jefe de la caballería se acercaba, sabía que yo estaba cerca. Las patas del caballo casi me pisaban la nariz pero al poco tiempo se alejaban. De inmediato corría y me escondía en una especie de chocita. Estaba muy cansada y varias de mis compañeras ya habían sido atrapadas o muertas. Mi respiración era muy agitada y sentía que el corazón se me salía, entonces me decía:

-Ya no puedo, me voy a entregar. Me canso de correr y tengo miedo, ya no sé como escapar. Me voy a entregar.

Entonces escuchaba la voz de un viejecito. Asustada daba la media vuelta y un anciano sonriente que boleaba zapatos, sin dejar su tarea de lado me decía:

-¿Tan pronto te das por vencida? Pero si aún te falta mucho por hacer; eres muy inteligente, eres astuta... eres mujer. Así que ¿qué esperas? Despierta ya, levántate ¡y actúa!

Y justo entonces desperté.

Aún no estoy muy segura del porque de ese mensaje de mi subconsciente pero fue bastante interesante. Y es en serio, sí soñé esto eh, aunque cueste creerlo.

Y de paso quiero que conste en esta entrada que dejé el escrito a medias por un momento porque tuve que luchar contra una astillita que se me enterró en la mano. Dolió mucho y nada más salió la mitad de la muy maldita. Pero ajá, quería que se enteraran de eso.

¡Besos! ;)

Mis breves momentos como Drama Queen


Perdón pero tenía que contarles esto; hay algo dentro de mi que... ¡siento la necesidad de hacerselo saber a alguien! ¿ok? ¬ ¬

Resulta que la tarde de ayer me puse mal: tristeza, llanto casi sin control, un profundo dolor interior y luego... como si cualquier sentimiento en mi interior se hubiera muerto. Y así lo pasé hasta que llegó mi mamá y entonces tuve que hacer como si todo estuviera bien porque no me placía preocuparla o que me regañara por llorar por lo que fuera.

Total, me largué a dormir casi a las dos de la mañana pero a esa hora ya la preocupación y el molesto sentimiento que me oprime el pecho se habían unido al coctél de padecimientos. Y fue entonces cuando decidí cerrar durante al menos un par de días mi facebook (si aguanto más ¡pues que chido! lo voy a intentar pero no prometo nada, por eso me propuse dos días mínimo jaja XD). Como ya había apagado la compu y de hecho estaba cómodamente instalada en mi cama intenté hacerlo desde mi celular. La verdad no sé si se pueda desactivar la cuenta de facebook desde el celular porque... pues no llegué a descubrirlo.

Tenia los ojos todos lagañosos y húmedos. Les explico que en el facebook chafa al que acceso desde el mini ópera, explorador que tiene mi cel, a mero abajo me salen algunas sugerencias de amigos; casi siempre son personas con las que no tengo más de cuatro amigos en común. Esa listita aparece inconvenientemente justo a un lado (o arriba, no recuerdo muy bien) a la cosa de "configuraciones". Y sí, como han de suponerlo, bien estúpidamente me equivoqué y di clic en un "agregar como amigo" que había junto a una de mis sugerencias. Apareció el mensajito de que mi invitación de amistad había sido enviada y de pronto entré en pánico.

-¿QUÉ? NOOOOOOOO-dije. No sé si mis papás escucharon. Pero casi lo grité. 

Después pensé "Ah, empezaba con S, creo que era Fulanita" y le resté importancia. Como estaría de mal que no carburé hasta como dos minutos después de que a esa Fulanita cuyo nombre empieza con S era mi amiga desde hace como dos meses. Y sí, en cuanto caí en cuenta de un brinco salí de la cama, corrí hasta la mesa en total oscuridad y prendí la computadora.

El corazón estaba que se me salía, ¡me sentía horrorizada! En cuanto entré a facebook puse en el buscador la letra S y fue el tercer resultado que me salió (tenemos tres amigos en común). Entré a su perfil, cancelé la invitación de amistad... y la bloquee. Pero aún así me tenía con pendiente el correo que le llegaría a su bandeja de entrada diciéndole que yo le había enviado una invitación de amistad. Casi me suelto llorando pero esta vez del miedo y la vergüenza, y tenía unas ganas horribles de vomitar. Mi mamá salió, me vio, me regañó gacho (y no me creyó que ya me había acostado pero que por una emergencia tuve que prender la compu) y pues apagué la máquina y me fui a la cama.

Me abracé a la almohada, le mandé mensaje a mi amiga Ilse informándole de que una atrocidad me había sucedido y le pedí a Dios que para la mañana siguiente ya no tuviera ese sentimiento de estupidez y pánico que me ahogaba en ese momento. Creo que menos de un minuto pasó para cuando caí en brazos de Morfeo (andaba cansadísima la verdad).

Ni siquiera recuerdo haber soñado (lo que significaría, en mi caso, que tuve un plácido descanso). Eso sí, como a la media hora de que me desperté y mientras seguía flojoneando en la cama  recordé "pero si faceboook ya no manda correos con invitaciones de amistad", incluso hice memoria y no había rastro alguno en mi cabeza de algún correo recibido cuando mi amiga de la infancia, Marielena, me agregó hace cinco días. Me maldije por el pánico del que había sido presa durante la madrugada y aunque me sentí más tranquila cuando desperté, este nuevo descubrimiento hizo que de plano dejara de lado ese errorcito. 

Pero es en serio, todavía a esta hora me siento... tonta, yo misma me ahogaba en un vaso de agua, y lo peor es que no estaba ni a la mitad el liquido. 

Mi cuenta sí fue cerrada (era lo menos que podía hacer después de la vergüenza de agregar a una desconocida ¬ ¬) y aunque a veces en automático abro la página principal de facebook sigo con la firme idea de darle un descanso a mi mente y corazón de los chismes que ve uno ahí. Y sirve que aprovecho mi tiempo jeje.

Pretendía que esta entrada fuera publicada el 3 de junio pero creo que ya no será jojo. Pero al menos me he desahogado :)

sábado, 2 de junio de 2012

Coincidencias


¿Crees en las coincidencias? La verdad es que yo, después de conocerte, ya no lo sé. Todo a tu alrededor parece eso, una enorme coincidencia:

Coincidencia que cumplas años el mismo día que mi mamá; coincidencia que te apasione lo mismo que a mi papá; coincidencia que mi hermana haya llegado hasta la puerta de tu casa por un anuncio en el periódico que decía "se regalan gatitos". Coincidencia que tu cuñado y yo cumplamos años el mismo día y que tu hermano sea egresado de la misma carrera que estoy estudiando. Coincidencia que mi tío sea asesor en el lugar dónde trabajas y que la mayoría de mis amigas te vea en cualquier lado al que van.

Coincidencia que mis hijos vayan a tener tu apellido...

¿Son todo coincidencias, o sí existen las señales? No sé, pero me encargaré de que lo último se convierta en un hecho ;)

-o-o-o-o-

Nota: La mayoría de las coincidencias han sido un poco modificadas para no levantar sospechas. Y entonces es cuando me pregunto ¿qué caso tiene? Igual él no lo va a leer, la verdad. Porque no lo va a leer... ¿verdad?

viernes, 1 de junio de 2012

El pastel de cumpleaños


Por lo general mis sueños son... raros, extraños, y siempre los recuerdo medio incompletos. Pero hace unos días tuve uno que todavía hoy cuando hago memoria lo veo claramente. Como si viera una película. No, más bien como si estuviera leyendo un libro y mi mente reprodujera la escena...

Caminaba por la calle sintiéndome aún algo incómoda por las nauseas; lo atribuía al bebé que venía en camino (porque en el sueño tenía la certeza de que estaba esperando uno, aunque mi figura aún no daba muestras de ello), así que de mi bolsa sacaba un cuadrito de galleta salada y me lo metía a la boca. Entonces un pequeñito salía corriendo de mi lado y se paraba frente a una vitrina con hermosos y suculentos pasteles en exhibición.

-¡Estos se ven muy ricos!-gritaba. Así que corría un poco para llegar a su lado.

Llevaba un bonito vestido de tela floreada. La falda se agitaba con el viento y me encantaba la sensación de la suave tela alrededor de mis piernas.

-Wow-decía yo al llegar hasta la vitrina-¿cuál te gusta?

-Se me antoja mucho ese-y señalaba uno con mucho chocolate-, mmm pero creo que a él le gustaría más aquel-y apuntaba a uno más sobrio cubierto con nueces.

Silencio. Algunos carros que a lo lejos se escuchaban. El niño me miraba indeciso.

-¿De quién es el cumpleaños?-le preguntaba.

-De papá-contestaba sonriendo aunque un poco decepcionado.

Ponía mis manos sobre sus hombros, suspiraba y para reconfortarlo le decía.

-La verdad a mi también se me antojaba más el otro-lo tomaba de la manoy entrábamos a la tienda.

Me recuerdo joven, tal vez con un par de años más, unos veintitres (porque ya cumplí los veintiuno jojojo) y aunque me era raro llevar a un chico de cinco o seis años agarrado de la mano, sentía como un cariño especial por él.

En cuestión de minutos una chica nos estaba entregando una caja a la vez que yo le extendía la mano con una tarjeta de crédito (¡tenía tarjeta de crédito! jaja). Emprendíamos de nuevo la marcha y al poco tiempo llegábamos a un bonito y lujoso auto.

El niño y el pastel eran colocados en el asiento trasero. Recuerdo que el interior estaba fresco así que supongo que el aire acondicionado estaba encendido. Yo me dirigía a la parte trasera del auto y abría la cajuela, en dónde había una enorme caja de regalo azul con un moño plateado. Sacaba de mi bolsa una pluma y una especie de tarjetita en blanco y después de pensar un rato escribía: "Para el mejor papá del mundo. Te amamos". Pero no la colocaba en el regalo; la metía en un sobrecito y lo guardaba junto con la pluma en la bolsa nuevamente.

Subía al auto y miraba al pequeño por el retrovisor. Me sonreía. Le sonreía. Y nos poníamos en marcha.

Legábamos a una casa grande, con un enorme jardín, lujosa y rodeada de otras casas del mismo estilo.

El pequeño bajaba corriendo del auto y se dirigía a la puerta mientras yo sacaba el pastel.

Salía una sonriente mujer de unos treinta y tantos años y recibía al niño con un enorme abrazo y un beso. Me acercaba yo también con una gran sonrisa. Ella era bonita, con su cabello rojizo bien arreglado, sus labios color carmín enmarcando su blanca y perfecta dentadura y un bonito vestido lila.

-Muchísimas gracias Andrea por ir a comprar el pastel, no sabes la ayuda tremenda que me has dado.

-No, por nada-contestaba-sabe que cuenta conmigo para lo que le pueda ayudar.

-Que linda, muchísimas gracias. Y espero que Jesús no te haya dado mucha lata-decía poniéndo una mano sobre la cabeza del niño mientras con la otra apretaba la caja del pastel contra su cintura.

-¡Para nada! Es un encanto su hijo.

-Gracias en serio. ¿Entonces te vamos a ver más tarde en la pequeña fiesta de cumpleaños de R.?

-Por supuesto-contestaba, comenzando a alejarme-aquí estaré. Nos vemos más al rato-me despedía con la mano en respuesta al "¡adiós!" que gritaba Jesús. Subía al auto y lo encendía. Y mientras el coche comenzaba a ponerse en movimiento, sonriendo me decía:

-Por nada del mundo faltaría al cumpleaños del hombre al que amo, del padre del hijo que estoy esperando.


-o-o-o-o-o-

¡No me juzguen! Estoy totalmente en contra de esas situaciones, como la que se ve reflejada en mi sueño. Tal vez lo soñé porque... me disgusta tanto. O porque mi subconsciente trata de mandarme un mensaje que aún no logro descifrar =/