jueves, 7 de junio de 2012

"Baby I'm a fool" de Melody Gardot (dale play al clip que está hasta abajo)

Ayer por la noche, cuando estaba a punto de irme porque moría de sueño se me ocurrió abrir Youtube y buscar esta canción que tanto me gusta para mostrársela a Ilse. Me la compartió mi amiga Axel en facebook el día de mi cumpleaños, dijo que era "una rola para viejas cursis y lectoras", osea, perfecta para mi :)

Me gusta porque la siento como que susurrada, y el susurro llega más profundo en el alma; como para ir caminando debajo de la lluvia, con paraguas o sin él y a paso lento, tranquilo, por las calles del centro de la ciudad, tal vez allá por toda la Independencia, saboreando el momento.

La estaba escuchando a mitad de la noche (bueno, de hecho era la 1:30am) y no pude evitar recrear toda una historia en mi mente, y como no soy buena para eso...

Primero me veo bailando con un hermoso vestido largo color turquesa y los zapatitos esos que usan las muchachas de los videos de baile de salón. Estoy acompañada por un apuesto caballero enfundado en su elegantísimo frack (¡con lo que me encantan los hombres con frack!) y que me guía por toda la pista con pasos tan ligeros que parecemos volar. De pronto mi compañero tiene un rostro muuuy familiar... mi corazón se acelera y doy por terminada esa fantasía.

Pero la canción sigue y cuando menos pienso me siento transportada a una ciudad lejana, como la hermosa París. Y estoy sentada en un escritorio frente a la computadora en el salón de un enorme y elegante piso que se siente medio vacío porque lo ocupo yo sola. Miro constantemente hacia afuera por la enorme ventana que tengo a mi izquierda y desde la que veo las preciosas luces de la ciudad en la noche. Y lamento el tener que estar contestando correos de negocios y revisando documentos pudiendo estar junto a la chimenea (porque al parecer es invierno y yo llevo un bonito suéter, rompiendo con la idea de que aborrezco la ropa invernal), bebiendo la copa de vino que en esos momentos es ignorada detrás de la computadora. Meto los dedos entre mi cabello y obedezco a mis pensamientos, pero no me dirijo a la chimenea, sino a la ventana. Y las luces de París me llenan los ojos y el alma, trayendo a flote más de un recuerdo y pareciera que puedo tocar con mis dedos las cicatrices que han quedado en mi corazón. Pensamientos para un amor perdido que ha quedado allá bien lejos en otro país... pero que sigue pegado a mi corazón. En mis labios que jamás probaron sus besos se dibuja una sonrisa melancólica, esas que aparecen cuando te rehúsas a dejar escapar una lágrima más por ese hombre que no vale la pena ya. Miro el cielo de mi patria anfitriona, doy un largo trago a la copa y levemente recuerdo lo poco que me gustaba antes el vino y lo mucho que me gusta su compañía a altas horas de la noche cuando tengo que trabajar. Camino de regreso al escritorio, suspiro y releo el correo que me ha llegado desde Moscú y al que tengo que dar respuesta inmediata. Entonces olvido esos recuerdos del pasado.

Amo esta canción, la escucho y siento el corazón tan lleno de... no sé, pero me provoca llorar mientras la canto y sonrío. O como dijo Ilse, bailarla frente a la chimenea la noche de la primera navidad que paso con mi marido, perdidamente enamorada.

Definitivamente, tienen que escucharla. Y si empezaron a leer la entrada sin darle play a la música pues háganlo otra vez y ahora traten de combinar ambas, para que vean lo que yo vi. O cuéntenme que ven ustedes cuando la escuchan, cuando la sienten en el corazón. 




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