miércoles, 22 de octubre de 2014

La Historia de "Empanizado"



He regresado gente... porque era necesario. En esta ocasión les traigo otra historia que involucra animalitos (creo que mi blog se está conviertiendo en "las mascotas de mi vida"); ahora les relataré la historia del pequeño y chulo pez beta, Empanizado.

**Los nombres de los personajes han sido modificados para su protección**

Hace ya algunos meses, al restaurante en el que trabajo llegó un nuevo miembro: un bello y animado pez beta: Empanizado. Bueno, así como que muy animado... pss no. De hecho una vez me pregunté "¿será muy aburrido ser pez? O sea... ¿tan aburrido como se ve?" pero admito que con el paso de los días me fui encariñando más y más con Empanizado al grado de que podía verlo toooda la tarde hacer... nada. No sé, era bonito, y me emocionaba mucho verlo comer galletas Saladitas jajaja. Era una chulada.

En un inicio lo teníamos en una pecerita muy pequeña, pero cuando lo cambiamos a un hogar más grande creo que fue mucho más feliz. Cada vez que se acercaba alguien a la registradora como que se asomaba, todo metiche. Luego ese alguien se asomaba a verlo a él y entonces entraba en pánico ¿verdad? Era timidillo el muchacho, pero se fue acostumbrando al ajetreo del restaurante.

Cada... no sé cuantos días la verdad, uno de los meseros, el amante de los animales, se encargaba de cambiarle el agua y limpiarle la pecera; desde el inicio él se ofreció para hacerlo, así que Empanizado rápido se familiarizó con la rutina: lo sacaban con ayuda de un vasito y lo pasaban a su antigua pecerita en dónde esperaba unos minutitos, después veía cómo las piedritas verdes y blancas eran colocadas en su casita, el agua, en la que previamente se echaban un par de gotas de "limpia agua para pescados" (lo siento, no recuerdo el nombre de las gotillas esas) era vaciada lenta y cuidadosamente para no desordenar las piedritas y a continuación él regresaba a su "hogar dulce hogar" (bueno, si así se le podía llamar u.u ). Fueron aproximadamente... varias semanas, tal vez tres o cuatro, las que estuvo con nosotros, hasta que un domingo...

Hubo mucha gente, el lugar estaba lleno y teníamos al menos cinco mesas en lista de espera (aunque no tardaron mucho en pasar). A eso de las seis de la tarde, cuando el flujo de gente comenzó a menguar, el mesero nos pidió permiso para lavar la pecera, aprovechando que ya no tenía mesas que atender. Estaba por terminar con su tarea cuando un grupo grande de personas llegó al local. En su apuro por auxiliar a sus compañeros vació toda el agua limpia en la pecera.

-Es mucha, pero ahorita vengo a quitarle un poco para que no les vaya a mojar la barra-nos dijo, y corrió a juntar mesas con el resto de los muchachos.

Terminamos muy tarde ese día, a pesar de haber cerrado a la hora de siempre la gente no se retiró hasta pasada media hora después del cierre, por lo que el trabajo se acumuló. Terminé yo con lo mío y mi jefa me dio permiso para retirarme, así que me despedí de todos, le eché cena a Empanizado, tomé mis cosas y me retiré.

A la mañana siguiente, cuando después de limpiar los cristales y la barra me disponía a alimentar al pequeño amigo con branquias, me encontré con la sorpresa de que... no estaba. Le pregunté a uno de los empleados de cocina si sabía que había pasado y también se sorprendió con la noticia.

-¿Cree que se lo hayan... robado? ¡Eso sería muy ridículo! Pero ¿entonces qué le pasó?-me preguntó.

La verdad no sabía que pensar puesto que la noche anterior lo había dejado vivito y nadando, así que aguardé, impaciente, la llegada del mesero que se había quedado hasta tarde el día anterior. Pero cuando llegó no me atreví a preguntar, por lo que esperé a que él mismo sacara el tema a luz.

-¿Supiste lo que pasó con Empanizado?-preguntó.

-No.

-Fue... desafortunado la verdad. Yo aún no me la creo.

-¡Cuéntame entonces!

-La verdad ya se veía venir. ¿Sabes que por lo general cuando compras un pez el sujeto de la tienda te da algunos consejos y recomendaciones sobre su cuidado?

-Sí.

-¿Y sabes lo que dicen respecto al nivel de agua de la pecera?

De inmediato mi vista se clavó en la pecera vacía, y caí en cuenta, lenta y dolorosamente, de lo que había sucedido.

-No debe estar hasta arriba-contesté en voz bajita (toda dramática).

-Así es. Terrible error el que cometió nuestro compañero. Ayer por la noche vino R. y se asomó a la pecera. Estábamos por irnos, y le preguntó a U. por el pez. Le contestó que ahí estaba, pero R. lo buscaba y decía que no lo veía, que no estaba. Entonces nos asomamos nosotros también y como dijo, Empanizado no estaba. Sin embargo había agua sobre la barra y fue cuando U. dijo "¿habrá saltado? Que raro, a ver, ¿no se ve por allá en el suelo? Porque por acá no...".

-¿Qué pasó?-le urgí.

-Así, se quedó mirando al suelo, entre consternada y asustada (bueno, el mesero no usó esas palabras, pero sé que eso quiso decir). Corrimos a ver qué pasaba y ahí estaba, Empanizado... bajo su zapato. Fue muy triste, nos agüitamos bien gacho, sobre todo porque pues no sabíamos si ya estaba muerto y U. lo remató o... si le dio el pisotón de gracia.

Asintió con la cabeza, sin parar y sin dejar de pensar en lo sucedido. Fue duro saber que por un descuido nuestro Empanizado había perdido la vida, pero para el mesero amante de los animales, quien limpió la pecera, fue aún más doloroso. Pero la verdad sea dicha, la culpa fue de todos y cada uno de nosotros, porque estando conscientes de que había que sacarle agua... pss no lo hicimos :(

Y pues sí. La pecera se quedó ahí vacía. U. decía que compraría otro pecesito para reemplazarlo, y que estaba vez iba a acondicionar una buena pecera, y que íbamos a hacernos responsables todos de su mantenimiento y tendríamos mucho cuidado. Sin embargo, como al tercer o cuarto día, cuando el muchacho de la corbata roja se acercó a pagar, y al ver el agua toda solita me preguntó que había pasado, una vez que escuchó mi relato dijo:

-No van a hacerlo.

-¿Hacer qué?-pregunté.

-No van a traer otro pez. U. no va a ir a conseguirlo hasta que ustedes lo pidan, pero no lo harán porque les duele reemplazarlo así nada más. Ya era un miembro del equipo. No se van a atrever a tener otro pez.

Esa misma tarde la pecera fue vaciada y guardada. Por supuesto jamás llegó otro Empanizado al restaurante (aunque al nuevo le hubiera puesto "Caldo de Oso"); llegamos a la conclusión de que era mejor así, mantener pescados en el congelador y la olla de la cocina y no en una pecerita sobre la barra.

Descansé en paz en el mar del cielo e los peces (¿qué?) nuestro querido Empanizado.

martes, 21 de octubre de 2014

♪ La Puerta es el Amoooo-ooohhh-oooor ♫




¡Hola gente! Buenas... madrugadas.

Tenía rato sin actualizar este espacio, y ofrezco una sincera disculpa por ello; siempre que estaba dispuesta a compartirles alguna nueva anécdota... me quedaba dormida. Pero hoy, por fin, he decidido desvelarme para dejar una entrada más (cortita,pero pss ¡bah!). Porque otra vez me quedé dormida. Pero bueno, va.

Esta tarde, cuando al regresar del trabajo mi mamá me pidió que fuera a la tienda, recordé algo que me sucedió hace ya como... tres o cuatro años.

Un verano, después de hacer una rápida visita a mi mamá en la lavandería en la que trabajaba, mi papá y yo nos encaminamos a la tienda con específicas instrucciones sobre qué comprar y como prepararlo para tener una comida decente cuando ella llegara a casa. Total, que mientras atravesábamos el estacionamiento de "Super el Mirador" (saben de cuál les hablo ¿no? ¡JA!) una pequeñita super bonita nos interceptó. No tendría más de ocho años, era rubia y de ojos verdes, bien chula ella, con un vestido que, si mal no recuerdo, era color rojo con verde-pinodenavidad (no sé, así me pareció). Se nos acercó y con un acento raro me dijo:

-Amiga, te leo la mano a cambio de una moneda.

Entonces caí en cuenta; a unas cuadras de ahí, justo frente a donde mi mamá trabajaba, vivían un grupo de gitanos húngaros que, curiosamente ¿verdá? era fácil encontrarlos a la salida del super o del Oxxo ofreciendo sus servicios de quiromancia. Y la chiquitina frente a mi era hija de alguno de ellos.

Sonriendo aunque con pesar le dije que no traía (o sea, traía, pero no para eso cosas) y me dispuse a continuar con mi camino. Pero se volvió a parar frente a mi impidiéndome el paso.

-Ándale amiga, para un refresco aunque sea-dijo fingiendo pena y tristeza y dolor.

"Para un refresco aunque sea". Perdón, pero los refrescos, aún en esos tiempos, no costaban menos de $5 pesos. "Para un refresco aunque sea", ¡¿pretendía que le pichara también las papitas o que pex?! Volví a negarme y ella insistió. A mi papá le causó ternurita, y poniéndole una mano en la cabeza le preguntó:

-¿Cuántos años tienes?

-Ánda, puedo decirte tu futuro-le contestó, evadiendo su pregunta.

-¿Sabes?-continuó mi papá-Yo también puedo decirte tu futuro sin tener que leer tu mano; con sólo ver tus ojos puedo saber tu futuro y tu pasado.

La niña lo miró... raro, como... raro, y contestó.

-Sí, bueno, pero yo de verdad SÍ sé leer la mano, yo NO estoy diciendo mentiras.

Entonces mi papá, ofendidísimo el niño, ¡digo! el señor, me miró con los ojos como platos y dijo:

-¡No me cree! Acaba de llamarme mentiroso.

-No-contestó la niña-pero es en serio. Amiga-dijo ahora dirigiéndose a mi y con la mano de mi papá aún sobre su cabecita-vamos, tú me das una moneda y yo te digo que viene más adelánte para ti.

Mi papá sólo rió y le repitió que no llevábamos cambio en ese momento, que tal vez a la vuelta ("TAL VEZ"). Paso su brazo sobre mis hombros y me instó a caminar. Obedecí, a fin de cuentas lo único que quería era ya largarme de ese estacionamiento en el que se me estaba tostando el cerebro con el tremendo sol que hacía, pero mientras nos alejábamos escuché a la pequeñita gritar:

-¡Anda amiga! Veo en tu frente que el romance se acerca. Se te ha abierto la puerta del amor, ¡la puerta y el amor!

Les juro, sus últimas palabras me dieron curiosidad. Pero como dije, no traía monedas para esas chorradas, así que lo dejé pasar.

Y vaya que hice bien, ¡¡maldita gitanita embustera!! Que si una puerta parece entreabrirse para luego cerrarse en mis narices es la del amor jajajaja. 

Y luego pensé en el cuate de la corbata roja que iba todos los días y me sacaba plática y se esperaba quince minutos después de haber terminado su comida para que yo terminara mi ensalada y me parara a cobrarle (o simplemente no tenía ganas de escuchar las quejas sobre las tarjetas banamex que le soltaba mi jefa cada vez que pagaba con la suya), que cantaba conmigo las canciones de Juan Luis Guerra y Pandora, que el primer día que lo conocí me dijo "el clima está rico ¿no te parece? Nublado, como para salir en pareja y pasear por la plaza... ¿sabes cómo?", el que dejó hablando sola a la muchacha con la que fue a comer para pararse a saludarme en la barra, el que interrumpió a su compañero de trabajo cuando este quiso sacarme plática y lo "invitó" amablemente a tomar asiento de una buena vez mientras él me preguntaba por mi jefa, y de como... de pronto ya no volvió. ¡Malajos pa' la güerita mentirosa! Oiga usté, lo que es querer sacarle a uno una soda.