lunes, 1 de julio de 2013

El Diario de Tacho: Lolito v.s. Tacho



¡Hola hola! Ya tenía buen tiempo sin poder actualizar el blog; muchas tareas, trabajos, estrés, y poco tiempo  (que usaba para dormir), sin embargo ya estoy de vuelta para contarles las nuevas de Tacho.

Y comenzaré contándoles ¡que ya cumplió un año! El 10 de marzo, para ser exactos. Todo un jovenzuelo Tachezco: grandote, fuerte, con pelaje brillante y bonito y una energía prácticamente inagotable (o eso creía yo). Para su cumple habíamos planeado hacerle fiesta y ponerle un gorrito (aunque luego se lo comiera) y hasta piñata traerle, pero luego mi papá supo del precio que tenían y pues... lo dejamos en felicitaciones, juegos y un huesillo de carnaza sabrosón. 


Por cierto, ese garrote que se ve a un lado de él solía ser un bate de beisbol, hasta que lo encontró y comenzó a ruñirlo. Intentamos escondérselo cuando, justo para su cumpleaños mi papá le limpió el patio pero no sé como rayos hace para luego volver a conseguir sus chunches; yo estoy segura de que la pelusa siniestra se las pasa, para llevarnos la contra, ustedes saben.


Pero bueno, ahora el relato que nos interesa de este post: la gran pelea.

Precisamente la tarde que mi papá salió a limpiar los dominios de Tacho había estado lloviznando por lo que le hicimos un refugio a los gatos en el centro de un par de llantas apiladas que había en el porche; hasta abajo pusimos una toallita para que se hicieran bolita sobre ella y los cubrimos con una bolsa negra para que no se mojaran. Ya pasada la lluvia los gatos salieron a que les diera el sol, todos menos Lolito, que se quedó acurrucado en el refugio. Cuando mi papá salió al patio para que el chuchullo lo dejara trabajar a gusto y se despabilara un poquito lo dejó corriendo libremente por el jardín. En un principio su nariz perruna captó el olor del gatito dentro de las llantas, pero así lo dejó, no hizo mucho caso y siguió correteando, pero a mi me tenía con un pendiente tremendo de que fuera a encontrar al gato y, al estar este chiquito, quisiera juguetear con él. O quisiera comérselo. En todo momento los estuve vigilando, hasta que el gatito, cansado del encierro, quiso salir. Primero asomó la cabecilla, luego se paró sobre las llantas y se desperezó, y entonces ¡Tacho lo vio y corrió a ver que era! Lolito se volvió a refugiar en... el refugio, pero pues Tacho ya sabía que estaba ahí, así que se la pasó jode y jode al gatito, hasta aque este, harto, cansado, ¡hastiado del carajo perro café! Saltó de las llantas y se enfrentó a él.

Primero se pararon uno frente a otro, mirándose a los ojos: Lolito con enojo y miedo brillando en ellos; Tacho con diversión y... diversión en los suyos. Luego el gatito le... echó perfume. O sea, como que le rugió así como hacen los gatitos ¿saben como? Y Tacho saltó y ladro y lo persiguió. Entonces Lolito, maullando maullosamente furioso se echó una machincuepa, estiró una pata y le dio un zarpazo en las costillas justo antes de escabullirse entre los huecos del barandal y refugiarse bajo el auto. Tacho se quedó lamiéndose la rascadita de panza que le había dado el gato y luego siguió corriendo, pero ya se le había olvidado para que quería el gato. O tal vez hasta se le olvidó que diantres lo había arañado =/

Sin embargo pronto regresó a la pila de llantas y como buen curioso que es, pss se asomó. Se asomó y sacó la toallita de los gatos, a pesar de que lo regañé, le valió un reverendo pepino y sólo me miró con la toalla en el hocico. Y luego, para hacer una exploración más a fondo... bueno, la verdad se veía medio ridículo ahí empinado.


Por supuesto, cuando mi papá vio lo que había hecho lo reprendió, pero pues a él le entra por una oreja y le sale por la otra, y regresó a sus reinos traseros a ser despapaye y desordenar todo de nuevo felizmente.

A la mañana siguiente antes de que mi mamá se fuera al trabajo me preguntó por las bolsas de basura negras y que si mi papá se las había acabado todas. Le contesté que no, que nada más había usado un par a lo mucho, pero que yo las buscaría. Y pues ya, mi mami tomó sus cosas, me dio beso y salió rumbo a su trabajo. Ni diez minutos habían pasado cuando abrí la puerta para darle comida a mi chucho y ¡¡OOOOHHHH SORPRESA!! ¡Había bolsas negras despedazadas por toooodo el pasillo del patio! (No sé como estaría la parte trasera, la verdad ni se me ocurrió asomarme hasta allá. Y por supuesto, el autor del crimen sentado despreocupadamente entre el bolserío. De inmediato le marqué a mi mamá y le dije:

-Ya sé qué pasó con las bolsas negras.


La neta, no supe a quien regañarían más, si a Tacho por destruir las bolsas o a mi papá por dejárselas a la mano. Obviamente, y como era de esperarse, también le marqué a mi papá y le recordé que había dejado el paquete, casi nuevo, al alcance de Tachomón, y... pues yo creo que no tuve que decir nada más, él ya podía asumir cuál había sido el final de las pobres bolsas.

Y pues en efecto, Tacho (el amante del pan Bimbo y sobre todo de las tortillas de maíz, como buen mexicano) fue reprendido. Igual de fuerte como mi papá, quien obviamente tuvo que volver a limpiar el desorden que, la verdad sea dicha, a fin de cuentas ambos habían causado : P

Y pues ajá. Día a día se pone más grandote y apuesto; crece en proporción al tamaño de sus vagancias, que la verdad, no me alcanza en este post para contarles todas, pero prometo pronto regresar con algunas más de sus andanzas : D

2 comentarios:

  1. Ese tacho es todo un demoño, ya se extrañaba una historia tuya por el blog, y qué te puedo decir, sólo que lo disfrutes y le tengas paciencia

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    Respuestas
    1. Podría ser el perro de los jinetes del apocalípsis pero pues... igual lo amo jaja.
      Gracias por tu visita y comentario nuevamente Eloy :)

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