La lluvia caía con fuerza sobre la ciudad y ahí estaba ella, parada bajo el umbral del edificio que albergaba su lugar de trabajo, esperando a que parara de llover.
De pronto las gotitas que mojaban la punta de sus zapatos dejaron de caer; miró hacia arriba y un enorme paraguas negro la protegía, miró hacia atrás y el hombre de sus sueños le sonreía.
-¿Me permite acompañarla hasta su casa señorita?
Y emprendió la marcha, cobijada más que nada por la imagen de ese adonis, con su pulcro traje negro, sus años de más y sus gafas tan intelectuales.
-Cae fuerte ¿no? Me recuerda aquellos días que pasé en Londres, tan gris y fría esa ciudad. ¿Has estado ahí?
-No-repondió timidamente.
-Yo sí, tres veces. Aunque París me pareció más bonita: en primavera el cielo es bien azul y hay un montón de enamorados. Sólo por eso prefiero ir a Viena. ¿Sabes dónde queda Viena?
-Sí, en Aus...
-Está en Austria. Me gusta esa ciudad.
-Ha de ser realmente hermosa.
-El primer lugar que visité de Europa fue España, y de América Latina fue Argentina. ¿Tu viajas mucho bonita?
-No en realidad.
-Yo sí.
-Ya lo había notado.
-A las muchachas de contabilidad les gusta mucho que les cuente de mis viajes; se juntan a mi alrededor como pajaritos para escuchar. ¿Tu eres del área de contabilidad?
-Sí-sonrió ella medio cohibida.
-Tengo una buena-dijo y soltó una carcajada-de aquella vez que fui a Berlín y...
-¡Hey! ¿Qué es eso?-lo interrumpió.
Con un sobresalto la miró. Calló y escuchó.
-¿Qué, la lluvia?
-No, eso otro.
-¿Los coches, el ruido de la ciudad?
-Espera, escucha.
Esperó. Menos de cinco minutos.
-No entiendo, ¿qué es lo que debo de escuchar?
-El silencio.
-¿El sil....
-¡Ssshhh! ¡Que no me dejas oirlo! Es bonito, me gusta más así-y lo miró sonriendo.
Él entendió la indirecta. Sonrió.
Siguieron caminando en silencio; ella complacida, él desconcertado, pero aún así le ofreció su brazo y ella con enorme gusto lo tomó y caminó cogida de él. Unos pasos más adelante le preguntó.
-Bonita, ¿quieres que te abrace?
-No-respondió enérgica-sólo cállate.
-Sí, claro.
Y siguieron caminando.
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